¿Es posible una revolución emprendedora en el sector tecnológico de América Latina?
Cuatro compañeros de una
universidad decidieron crear en 2011 un sitio de búsquedas de descuentos,
promociones y beneficios para los usuarios que tienen una o más tarjetas de
crédito y débito. Así nació Skonto, que se convirtió en la primera aplicación argentina
en formar parte de Store, la tienda de aplicaciones de Microsoft para el
Windows 8. Si bien Diego Verzino y Federico Del Pup, estudiantes de marketing e
ideólogos del emprendimiento, contaron con el apoyo de la UADE (Universidad
Argentina de la Empresa) y la participación de otros dos estudiantes
especializados en informática, todavía esperan llegar a un punto de equilibrio
para que el negocio pueda autofinanciarse.
Skonto es una de las
numerosas empresas de perfil tecnológico que están surgiendo a lo largo de toda
la región en los últimos tiempos. Tanto es así que algunos expertos consideran
que se está fraguando una auténtica revolución cultural en el ámbito
empresarial. El pasado 13 de octubre, The Economist se hacía eco de este
fenómeno y publicaba el artículo The lure of Chilecon Valley en que se
destacaban las políticas públicas del país, a través de Start-Up Chile, una
iniciativa surgida en 2010 para atraer talento tecnológico y crear un Silicon
Valley a pequeña escala.
“La iniciativa básicamente
consiste en que el Estado chileno co-invierte con inversores locales a fondo
perdido”, señala Paris de l´Etraz, director del Venture Lab del IE Business
School, cuyo objetivo es incubar el desarrollo y la consolidación de la
creación de empresas startup. La entidad estatal pone el 90% de los fondos para
desarrollar el proyecto hasta 40.000 dólares, “pero no trata de convertirse en
inversora, tan solo quiere ayudar a las empresas locales a crecer. Si llega un
emprendedor con referencias, cualificado, asume parte de la inversión”, añade
De l´Etraz. Gracias a esta iniciativa en que los emprendedores tienen que
permanecer en el país al menos 7 meses, Chile es el país más destacado de la
región en cuanto a iniciativa empresarial.
Sin embargo, las
comparaciones con Silicon Valley pueden ser exageradas, comenta De l´Etraz, que
acaba de asistir a varios Venture Days en América Latina donde se presentaban
startups a una audiencia de inversores locales e internacionales. “La gente
cree que Silicon Valley es algo que se puede replicar fácilmente, pero su
ecosistema emprendedor es muy característico”. En su opinión, lo más destacable
es que los inversores ángeles tienen experiencia previa como emprendedores y,
por tanto, “conocen la mentalidad emprendedora, saben identificar una empresa y
un equipo emprendedor, cómo evaluarlo y hacerlo crecer”. Sin embargo, en la
mayoría de los países del mundo, incluyendo América Latina, los inversores
ángeles o aquellos que dirigen fondos de inversión no tienen perfil
emprendedor, vienen de la banca de inversión y ahora invierten en empresas. “La
mentalidad del inversor-banquero es de transacción, no de emprendedor”. Por
eso, dice, “es necesario cambiar el chip en cuanto al tipo de inversor”.
Por otro lado, Silicon
Valley cuenta con dos de las universidades más prestigiosas de ingeniería del
mundo -Berkeley y Standford-, además de existir una diversidad muy difícil de
replicar, constituida por gente muy brillante procedente de todas partes del
mundo. Muchos lugares han intentado replicar el modelo de Silicon Valley y
alguno lo ha logrado con mucho éxito, como Israel, “pero se trata de un caso
especial porque recibe mucho dinero de EEUU y hay numerosos inversores y fondos
de origen americano. Además, hay una cultura muy emprendedora”, relata.
Ahora bien, las barreras
para parecerse a Silicon Valley están cayendo, destaca De l´Etraz, quien señala
que países como España se están convirtiendo en un buen destino para crear
startups porque “los precios de los salarios han bajado, existe una buena
educación y experiencia a nivel técnico, así como buena calidad de vida,
mientras que en Silicon Valley los precios son prohibitivos”. Y cita como
ejemplo a Tyba, una empresa de estudiantes extranjeros radicada en España que
ayuda a conectar empresas con jóvenes talentos a través de Internet.
Las mismas condiciones se
están dando en numerosos países de América Latina. Javier Zúñiga, director de
la carrera Ingeniería en Informática de UADE, en Argentina, recuerda que el
país cuenta, además, con “muy buena calidad de los recursos humanos en su
formación y un buen nivel de inglés para proyectos o trabajos internacionales,
algo fundamental en TI”.
Los obstáculos
Aún así, todavía quedan
obstáculos por sortear. El argentino Del Pup, de 29 años, se queja de la falta
de financiamiento de riesgo tanto en su país como en el resto de la región. Y
añade que tampoco hay suficientes entes gubernamentales que apoyen al
emprendedor, “a pesar que el mundo de Internet está creciendo y necesita
empuje”.
De l´Etraz añade que en una
reciente visita a Argentina ha visto a los emprendedores algo nerviosos por la
falta de confianza extranjera en el mercado local, lo que ha provocado que
muchas startups se marchen a otros países. “En el Venture Day de México había
varios proyectos argentinos. En Colombia, también. El argentino es muy
emprendedor y se vende muy bien. El país ofrece muchas oportunidades, pero
hasta que no se estabilice la situación política no va a crecer como debería”.
Martín Vivas, facilitador en
Buenos Aires de Startup Weekend, una iniciativa que propone armar empresas en
solo tres días, admite que los fondos de inversión no llegan a Argentina. “El
inversor trata de generar una relación con los emprendedores y en ese sentido
estamos un poco lejos”, agrega el facilitador y también integrante de Palermo
Valley, una comunidad de emprendedores que busca impulsar la industria de
Internet, por ejemplo a través de viajes hacia otros mercados. La otra cara de
la moneda es que en visitas a Silicon Valley, “hemos visto proyectos de otros
países que no tenían diferencias con los nuestros. Tenemos mucha calidad en
nuestros profesionales”, dice orgulloso.
Independientemente del
contexto en que se mueve cada país de la región, De l´Etraz señala que queda un
tema crucial por resolver: hacer políticas fiscales favorables a inversores
ángeles, a través de desgravaciones en caso de pérdidas. “El 10 de julio
tenemos un Venture Day en Colombia y uno de los requisitos es que las empresas
sean colombianas. ¿Pero qué significa ser colombiana cuando muchas empresas se
montan en Miami, pero hacen negocios en Colombia, o en otros lugares, por el
tema fiscal?”, reflexiona De l´Etraz. Y añade que “los gobiernos deben tomar
este tema en serio y hacer políticas, como hay en EEUU, para atraer la inversión
y que sea fiscalmente interesante arriesgar en el mundo del startup”.
Dada la situación, De
l´Etraz no cree que en este momento se esté produciendo una revolución en el
emprendimiento tecnológico de la región, aunque sí cree que tendrá lugar como
evidencia que el número de eventos emprendedores se haya incrementado y haya
una mayor implicación por parte de los gobiernos, “como el macroevento
emprendedor organizado en noviembre por el Gobierno de Perú”, señala. Sin
embargo, advierte que para que se produzca la ansiada consolidación del
fenómeno se necesita una mayor participación del sector privado.
Las aceleradoras
Por suerte llegaron “al fin
del mundo”, tal y como dijo el flamante Papa argentino Francisco sobre su
origen el día de su elección, algunas aceleradoras e iniciativas que buscan
proyectos innovadores y dan algún empuje económico.
Una de ellas, es Wayra, la
aceleradora que pertenece a la compañía de telecomunicaciones Telefónica y
otorga un capital semilla de hasta 50.000 dólares a aquellas startups que
tienen “hambre” de crecer y expandirse más allá de sus fronteras. “Wayra fue
pensada para Latinoamérica porque imaginamos que tenía el ecosistema
emprendedor que buscábamos. Sabíamos que los proyectos en esta región eran
buenos y por eso nos expandimos en primer lugar en Argentina, Colombia, México
y España. Es decir, estaban dadas las condiciones ideales por tener mucho
talento, personas con iniciativas e ideas diferentes pero que no encontraban
recursos para llevarlas adelante”, relata Andrés Saborido, Country Manager de
Wayra Argentina.
“Les ofrecemos un espacio de
trabajo en Telefónica y durante 4 o 12 meses los ayudamos con coaching y
mentores para que hagan foco en temas legales, constitución de la sociedad y
diseño del producto. Buscamos darles metodológicas ágiles para desarrollar la
aplicación, probarla y darle valor, incluso en un fin de semana”, detalla
Saborido.
Una vez que el proyecto está
terminado, Wayra ofrece la posibilidad de trabajar para Telefónica. “Eso le da
escala al emprendedor porque estamos en 12 países. A cambio de estos servicios
retenemos un 10% del equity o capital del startup, pero la decisión de dar o no
servicios a Telefónica la toma el emprendedor”, aclara el ejecutivo. Ese es el
caso de la argentina Joincube, una red social interna para empresas que trabaja
tanto para el grupo español como para otros países. En Chile, incluso, recibió
capitales de un fondo de inversión.
Saborido, de Wayra, entiende
que muchas veces los emprendedores están a la espera de la llegada de los
inversores ángeles, pero como no hay disponibilidad de capital para todos, en
su opinión, “lo interesante es que las empresas se focalicen en un mercado
regional o global y así poder acceder a fondos extranjeros”. La aceleradora ya
invirtió en 18 emprendimientos en Argentina y 180 en todo el mundo.
Aprender a fracasar
Otras iniciativas como los
Startup Weekend, en que cada participante pitchea una idea en un minuto, luego
se votan las mejores y se arman los equipos para desarrollarla, pocas veces
consiguen que las “startup se conviertan en empresas de verdad”, reconoce Martín
Vivas. Sin embargo, en su opinión, sirven para que los participantes adquieran
habilidades que les van a ayudar a labrar su futuro como emprendedores. Entre
ellas, la experiencia y aprender a equivocarse, lo cual es muy útil en el caso
del emprendedor argentino, “muy dado a frustrarse, a diferencia del anglosajón
que sabe esperar a que una idea fluya con el tiempo y madure”.
Vivas destaca que aunque el
argentino tenga otras cualidades, como su capacidad para resolver problemas
complicados, le cuesta proyectar, “quizás porque vivimos en crisis
constantemente” y le resulta difícil tener un proyecto a largo plazo, a 5 años
vista. “El emprendedor espera grandes resultados en poco tiempo”, dice.
Por otro lado, el
emprendedor de la región se enfrenta a otro hándicap desde el punto de vista
cultural: “un fracaso empresarial se considera un fracaso personal”, destaca De
l´Etraz. En su opinión, en esto influyen también las políticas fiscales.
“Siempre te dicen que no tengas miedo a fracasar, pero no te ayudan a sentirte
así porque si tu proyecto fracasa, no puedes hacer borrón y cuenta nueva, te
llevas las deudas contigo. Mientras que, en EEUU si soy empresario y fallo,
quiebro mi empresa, hago borrón y cuenta nueva y empiezo de nuevo”.
Además de aprender a equivocarse,
los especialistas señalan que el emprendedor latinoamericano debe perderle
miedo a contar una idea. Martín vivas explica que “muchas veces los
emprendedores creen que se la van a robar, y esto tiene que ver también con el
miedo al fracaso. En Latinoamérica vienen con el preconcepto de que la
competencia es el enemigo, que equivocarse esta mal, pero el enemigo nos
enseña. Esta es una industria transparente, y si te va bien es porque estás
haciendo las cosas de forma correcta”.
Al respecto, Federico Del
Pup, de Skonto, recomienda que “aunque la idea sea pequeña, hay que comentarla
y ponerla en marcha. Hay que contar el proyecto porque mientras más participen
mejor. No se puede solo contra el mundo”, asegura. De hecho, la empresa
incorporó a Ignacio Raffa y Nicolás Vilela, estudiantes de informática, para
agregarle valor a la parte técnica. “Fue muy importante porque suman otra
mirada al negocio. Todas las partes ganan para llegar a buen puerto, es una
forma de economía cooperativa”, dice.
Por otro lado, el profesor
Zúñiga señala que a algunos proyectos que comienzan dentro de las carreras de
informática les falta visión comercial. “Nosotros los ayudamos para que se
asocien a alumnos de otras especialidades. Tratamos de acompañarlos y sumarles
la parte que les falta en su formación profesional, como el armado de un plan
de negocios”, describe el director de UADE.
Por eso, en opinión De
l´Etraz, las universidades tienen mucho que aportar en la consolidación de la
actividad emprendedora en la región. “Los estudiantes son los que tienen que
empezar a pensar como emprendedores y hay que empezar a enseñarles que el
fracaso es parte del aprendizaje, así como venderse mejor. Ese es el gran
reto”.
Publicado el: 17/04/2013:Universia
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