sábado, 6 de julio de 2013

Las 11 preguntas que un emprendedor debe responder antes de asumir riesgos

Es básico analizar los recursos, las potencialidades y las repercusiones

Conocer los objetivos del equipo de trabajo es una tarea decisiva

Estudiar a fondo el mercado y la relación con los inversores evita conflictos

JOSÉ DAVID PÉREZ

¿Tienes una idea de negocio diferente? ¿Pretendes apostar por ella hasta las últimas consecuencias? Bien, si es así, has dado el primer paso. Pero emprender es un largo camino, repleto de obstáculos, y debes estar preparado para asumir el riesgo. Tu fantástico proyecto podría no ser viable y para evitar males mayores es aconsejable que cuestiones tu plan, antes de que lo hagan otros. Ésta es una breve guía con las preguntas básicas que deberías responder antes de tirarte a la piscina del emprendimiento.

Fase 1: para empezar...

El punto de partida de todo negocio debe ser definir y concretar la idea (¿cuál es mi idea?) y determinar si responde a una necesidad. En caso afirmativo, habría que identificar además qué hueco cubre en el mercado. En definitiva, ser capaz de responder ¿para qué sirve? Ésta será una de las primeras preguntas que tendrá que enfrentar el emprendedor cuando contacte con potenciales inversores y/o clientes. Así, pues, si él mismo no puede contestar, difícil será que el resto sí lo haga.

Estudiar el perfil de consumidor al que va dirigido el producto o servicio es otra de las claves (¿a quién voy a vender?). Esta tarea no solamente resultará útil para prever el recorrido del proyecto sino que también será fundamental a la hora de convencer a los inversores. Conviene tener en cuenta que éstos no siempre buscan un retorno de su aportación en forma económica. En ocasiones, pretenden publicidad o una mejora de su imagen.

Respondidas estas cuestiones, toca plantearse la viabilidad del proyecto. Al respecto, es necesario comprobar si existen servicios similares y si realmente es posible ganarles cuota de mercado (¿hay competencia?, ¿tengo alguna opción?). Es el momento de trazar la estrategia para captar a los clientes. Formación, recursos, equipo... éstas serán las armas, comercialmente hablando, con las que para plantar batalla. Si por el contrario, la conclusión es que las probabilidades de éxito son escasas, hay que replantearse la idea antes de ir más lejos.

Fase 2: identificar posibles apoyos


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¿Qué preciso para empezar a rodar y por qué lo necesito? Ante este asunto, es imprescindible un ejercicio de realismo. El emprendedor ha de calcular bien los recursos que tiene y de los que carece, y ver si ha hecho todo lo posible para conseguirlos. Algunas veces la financiación parece imprescindible, pero no lo es tanto. Con todo, es queja habitual de los emprendedores la dificultad aparejada a la labor de promoción, y muchos de ellos aluden a la falta de contactos como motivo de fracaso. En este apartado, el asesoramiento de alguien con más experiencia puede ser decisivo, más si el objetivo es entrar en un sector poco conocido.

 ¿Cuándo solicitar ayuda? Si el proyecto está en una etapa muy primigenia o su principal atributo es la imprecisión, mejor no ponerlo sobre la mesa del inversor, por el momento. Las primeras impresiones que suscite pueden ser definitivas, por lo tanto, la presentación requiere redoblar esfuerzos. Es ahora cuando hay que elaborar un completo plan de negocio y una memoria de previsiones de gasto, como mínimo. Además, el emprendedor debe ser consciente de que si está pidiendo confianza en una idea, es una condición imprescindible mostrar dedicación.
¿A quién pedir apoyo? Quien tenga eso de pecunia non olet (el dinero no huele) como lema, está bastante perdido. En primer lugar, porque un inversor casi nunca invertirá en un proyecto que escape a su ámbito de negocio. De este modo, repartir planes de negocio como octavillas solo garantizará una mala imagen. hay que ser selectivo. Además, es recomendable conocer las preferencias de los potenciales padrinos dentro del sector de referencia para tratar de encontrar al mecenas idóneo.

Fase 3: examen de conciencia

Llegados a esta altura, se supone que el emprendedor ya ha solucionado las incógnitas anteriores. Ya tiene una idea potente; una clientela potencial, con una necesidad total o parcialmente insatisfecha; unos recursos disponibles de partida; y unos inversores identificados, a los que convencer con un plan de negocio adecuado. Antes del salto definitivo, solo falta autoevaluarse: ¿qué espero de esto? Templar las expectativas y asumir las responsabilidades desde el minuto cero representan un reto complejo, pero esencial.
Hay que estar preparado para el fracaso: más de un 70% de los proyectos no supera el primer año de vida

Hay que estar preparado para el fracaso: más de un 70% de los proyectos no supera el primer año de vida

Asimismo, es indispensable interiorizar que el fracaso es el resultado más probable. El porcentaje de proyectos que no superan el primer año de vida excede el 70%. Este dato debe servir para poner las cosas en su sitio y pensar si se está preparado para afrontar el desastre. Si la respuesta es sí, a pesar de todo, sólo queda ser consciente de que del fracaso puede extraerse algo muy valioso: experiencia.
                                                                                 

 A continuación, cabe admitir las preguntas del entorno: ¿qué espera mi equipo? Emprender, a pesar del cliché individualista, es la mayoría de las veces un trabajo de grupo. Detrás de un proyecto suele haber un equipo, a cuyo criterio también debería someterse la idea original. Además, tiene que existir preocupación por el bienestar general y cuidar que las metas de nuestros compañeros de viaje no queden relegadas a un segundo lugar.
Todo esto debe llevarse a cabo, siendo conscientes de que habrá que rendir cuentas ante quien haya creído en el proyecto: ¿puedo afrontar lo prometido? Clientes e inversores demandarán que su confianza se vea recompensada. Por eso, plantearse cuestiones como ¿de qué modo el proyecto va a repercutir en la sociedad? o ¿es posible solucionar las externalidades negativas, si las hay? también son relevantes.
Una vez realizada esta evaluación básica del proyecto, el emprendedor debería estar preparado para materializar su idea y continuar con su camino, en una senda que le obligará a seguir respondiendo preguntas que surgirán progresivamente y que variarán según avance el proyecto.

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