Es
básico analizar los recursos, las potencialidades y las repercusiones
Asimismo, es indispensable interiorizar que el fracaso es el resultado
más probable. El porcentaje de proyectos que no superan el primer año de vida
excede el 70%. Este dato debe servir para poner las cosas en su sitio y pensar
si se está preparado para afrontar el desastre. Si la respuesta es sí, a pesar
de todo, sólo queda ser consciente de que del fracaso puede extraerse algo muy
valioso: experiencia.
Conocer los objetivos del equipo de trabajo es una tarea decisiva
Estudiar
a fondo el mercado y la relación con los inversores evita conflictos
JOSÉ DAVID PÉREZ
¿Tienes una idea de negocio diferente? ¿Pretendes apostar
por ella hasta las últimas consecuencias? Bien, si es así, has dado el primer
paso. Pero emprender es un largo camino, repleto de obstáculos, y debes estar
preparado para asumir el riesgo. Tu fantástico proyecto podría no ser viable y
para evitar males mayores es aconsejable que cuestiones tu plan, antes de que
lo hagan otros. Ésta es una breve guía con las preguntas básicas que deberías
responder antes de tirarte a la piscina del emprendimiento.
Fase 1: para empezar...
El punto de partida de todo negocio debe ser definir y
concretar la idea (¿cuál es mi idea?) y determinar si responde a una necesidad.
En caso afirmativo, habría que identificar además qué hueco cubre en el
mercado. En definitiva, ser capaz de responder ¿para qué sirve? Ésta será una
de las primeras preguntas que tendrá que enfrentar el emprendedor cuando
contacte con potenciales inversores y/o clientes. Así, pues, si él mismo no
puede contestar, difícil será que el resto sí lo haga.
Estudiar el perfil de consumidor al que va dirigido el
producto o servicio es otra de las claves (¿a quién voy a vender?). Esta tarea
no solamente resultará útil para prever el recorrido del proyecto sino que
también será fundamental a la hora de convencer a los inversores. Conviene
tener en cuenta que éstos no siempre buscan un retorno de su aportación en
forma económica. En ocasiones, pretenden publicidad o una mejora de su imagen.
Respondidas estas cuestiones, toca plantearse la
viabilidad del proyecto. Al respecto, es necesario comprobar si existen
servicios similares y si realmente es posible ganarles cuota de mercado (¿hay
competencia?, ¿tengo alguna opción?). Es el momento de trazar la estrategia
para captar a los clientes. Formación, recursos, equipo... éstas serán las
armas, comercialmente hablando, con las que para plantar batalla. Si por el
contrario, la conclusión es que las probabilidades de éxito son escasas, hay
que replantearse la idea antes de ir más lejos.
Fase 2: identificar posibles apoyos
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Tres recursos esenciales para emprender
El emprendedor, ¿nace o se hace?
¿Qué preciso para empezar a rodar y por qué lo necesito? Ante este
asunto, es imprescindible un ejercicio de realismo. El emprendedor ha de
calcular bien los recursos que tiene y de los que carece, y ver si ha hecho
todo lo posible para conseguirlos. Algunas veces la financiación parece
imprescindible, pero no lo es tanto. Con todo, es queja habitual de los
emprendedores la dificultad aparejada a la labor de promoción, y muchos de
ellos aluden a la falta de contactos como motivo de fracaso. En este apartado,
el asesoramiento de alguien con más experiencia puede ser decisivo, más si el
objetivo es entrar en un sector poco conocido.
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¿Cuándo solicitar ayuda? Si el proyecto está en una etapa
muy primigenia o su principal atributo es la imprecisión, mejor no ponerlo
sobre la mesa del inversor, por el momento. Las primeras impresiones que suscite
pueden ser definitivas, por lo tanto, la presentación requiere redoblar
esfuerzos. Es ahora cuando hay que elaborar un completo plan de negocio y una
memoria de previsiones de gasto, como mínimo. Además, el emprendedor debe ser
consciente de que si está pidiendo confianza en una idea, es una condición
imprescindible mostrar dedicación.
¿A quién pedir apoyo? Quien tenga eso de pecunia non olet
(el dinero no huele) como lema, está bastante perdido. En primer lugar, porque
un inversor casi nunca invertirá en un proyecto que escape a su ámbito de
negocio. De este modo, repartir planes de negocio como octavillas solo
garantizará una mala imagen. hay que ser selectivo. Además, es recomendable
conocer las preferencias de los potenciales padrinos dentro del sector de
referencia para tratar de encontrar al mecenas idóneo.
Fase 3: examen de conciencia
Llegados a esta altura, se supone que el emprendedor ya
ha solucionado las incógnitas anteriores. Ya tiene una idea potente; una
clientela potencial, con una necesidad total o parcialmente insatisfecha; unos
recursos disponibles de partida; y unos inversores identificados, a los que
convencer con un plan de negocio adecuado. Antes del salto definitivo, solo
falta autoevaluarse: ¿qué espero de esto? Templar las expectativas y asumir las
responsabilidades desde el minuto cero representan un reto complejo, pero
esencial.
Hay que estar preparado para el fracaso: más de un 70% de
los proyectos no supera el primer año de vida
Hay
que estar preparado para el fracaso: más de un 70% de los proyectos no
supera el primer año de vida
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A continuación, cabe admitir las preguntas del entorno:
¿qué espera mi equipo? Emprender, a pesar del cliché individualista, es la
mayoría de las veces un trabajo de grupo. Detrás de un proyecto suele haber un
equipo, a cuyo criterio también debería someterse la idea original. Además,
tiene que existir preocupación por el bienestar general y cuidar que las metas
de nuestros compañeros de viaje no queden relegadas a un segundo lugar.
Todo esto debe llevarse a cabo, siendo conscientes de que
habrá que rendir cuentas ante quien haya creído en el proyecto: ¿puedo afrontar
lo prometido? Clientes e inversores demandarán que su confianza se vea
recompensada. Por eso, plantearse cuestiones como ¿de qué modo el proyecto va a
repercutir en la sociedad? o ¿es posible solucionar las externalidades
negativas, si las hay? también son relevantes.
Una vez realizada esta evaluación básica del proyecto, el
emprendedor debería estar preparado para materializar su idea y continuar con
su camino, en una senda que le obligará a seguir respondiendo preguntas que
surgirán progresivamente y que variarán según avance el proyecto.
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